Algo del amor

Algo del amor

El amor es uno de los tópicos más elaborados por las obras artísticas. Grandes películas, novelas y poemarios están atravesados por grandes amores. De la misma manera, el amor es un elemento fundamental en la tradición mítica y en la historia social. Y, por supuesto, también constituye un interesante desafío para la neurobiología. Sobre la base de la investigación en la neurociencia social, podemos intentar definir el amor como un estado mental subjetivo que consiste en una combinación de emociones, de motivación (clave en el logro de metas y objetivos) y funciones cognitivas complejas. Hoy sabemos que el amor es, más que un sentimiento surgido de nuestro corazón, un proceso mental sofisticado. Suena romántico decir que “se ama con el corazón”, pero no es cierto. El cerebro dicta toda nuestra actividad mental. Y como diremos, el corazón es, más que el origen de nuestras emociones, la víctima.

El amor modifica nuestro cerebro. Diversos estudios han demostrado que, cuando las personas están profundamente enamoradas, tienen fuertes manifestaciones somatosensoriales: sienten el amor en sus cuerpos y en sus mentes, están más motivadas, tienen mejor capacidad para enfocar su atención y reportan ser más felices. Estudios de neuroimágenes funcionales han evidenciado que el amor activa sistemas de recompensa del cerebro (las mismas áreas que se activan cuando las personas sienten otras emociones positivas, cuando están motivadas o cuando pueden anticipar una experiencia de gratificación) y se desactivan los circuitos cerebrales responsables de las emociones negativas y de la evaluación social.

En otras palabras: la corteza frontal, vital para el juicio, se apaga cuando nos enamoramos y así logra que se suspenda toda crítica o duda. ¿Por qué el cerebro se comporta así? Quizá por altos fines biológicos y así promover la reproducción: si el juicio se suspende, hasta la pareja más improbable puede unirse y reproducirse.

Unos lo consideran atracción, otros, enamoramiento; en ambos casos la principal responsable de la sensación es la feniletilamina, un compuesto orgánico que inunda nuestro cerebro cuando estamos junto a la persona que nos gusta. De la familia de las anfetaminas, esta sustancia también se encuentra en alimentos como el chocolate, al que, por ejemplo, recurrimos cuando se sufre “mal de amores” como sustituto de la verdadera sensación.La respuesta que da nuestro cerebro a esta invasión de feniletilamina son otras tres sustancias: dopamina, norepinefrina y oxiticina. Su combinación hace, por ejemplo, que un enamorado no se sienta cansado a pesar de estar noches enteras suspirando, pensando, hablando o amando al objeto de sus afectos.

Para Helen Fisher (1998, 2002) los mamíferos y las aves han desarrollado tres sistemas cerebrales de motivación-emoción que actúan en serie: El deseo o apetito sexual, con una finalidad de apareamiento con cualquier pareja apropiada; una atracción o amor romántico, con una finalidad reproductiva con una pareja específica y un apego duradero de pareja con un fin de crianza de la prole. Los tres procesos estarían mediados por neurotransmisores específicos: En el deseo sexual, los estrógenos y andrógenos; en el amor romántico, el aumento de dopamina (DA) y de la norepinefrina (NE) y la disminución de la serotonina (5-HT); en el apego de pareja, actúan dos neuropéptidos: la oxitócina (OT) y la vasopresina (VTP).

Desde un punto de vista biológico el amor es la necesidad fisiología de una pareja exclusiva para la cópula, la reproducción y la crianza, y cuya satisfacción genera placer. Por lo tanto, esto es un proceso que no es exclusivamente humana ya que esta conducta se observa en otras especies animales. Basándose en esto el amor puede clasificarse en dos tipos: amor romántico y el amor materno, teniendo ambos una finalidad de reproducción y crianza, existiendo muchas estructuras neurales en común, pero siendo el deseo sexual (inexistente en el amor materno) la gran diferencia entre ambos (Zeki, 2007).

El amor romántico produce placer y está asociado con el sistema de recompensa, el mismo relacionado con la adicción a las drogas (Páez, 2006). El sistema dopaminérgico mesocorticolímbico incluye el área tegmental ventral, el núcleo accumbens, la corteza prefrontal, la amígdala y el hipotálamo. Otras estructuras relacionadas con el amor romántico son la ínsula medial, el hipocampo, el cíngulo anterior y parte del striatum (Zeki, 2007) 


La monogamia y la fidelidad esta relacionada con dos receptores de neuropéptidos, el receptor de oxitócina (OTR) en la amígdala medial principalmente en las hembras y el receptor de vasopresina (Va1R) en el septum lateral principalmente en machos (Young, 1998). En individuos monógamos de otras especies se ha encontrado una distribución de un alto número de estos receptores y una cantidad casi ausente de los mismos en individuos promiscuos (Insel, 1992). Estudios realizados con roedores de praderas (monógamos) y roedores de montaña (promiscuos) muestran la importancia de estos receptores para la formación y mantención de la relación de pareja.

Fuentes: 
https://hablemosdesexo.com/historia/carino-me-disparas-la-feniletilamina-la-quimica-del-amor.
Fernando Maureira. Los cuatro componentes del amor en pareja. 
Facundo Manes. Usar el cerebro. 

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